miércoles, 3 de octubre de 2012

"HABLA" EL VERDUGO DEL REY LUIS XVI

Nadie como el verdugo Charles Henri Sanson sabe cuáles fueron las últimas palabras del rey Luis XVI de Francia antes de ser guillotinado, según una carta única del propio ejecutor redescubierta hace poco y que saldrá a subasta este mes en Londres.
El manuscrito será ofrecido al mejor postor el 7 de junio por la casa Christie's, que describe la misiva como "el relato contemporáneo más fidedigno de la ejecución de Luis XVI" y como "uno de los documentos más importantes en la historia francesa".
El legajo, cuyo precio podría alcanzar los 175.100 euros , según los cálculos de los subastadores, ha recalado en Londres tras pasar por varias generaciones de una familia europea.
Fechada en París el 20 de febrero de 1793, la misiva, de color sepia y con restos de un lacre rojo, es una crónica tan puntual como conmovedora de los últimos comentarios y el estado de ánimo del monarca francés antes de su decapitación.
Charles Henri Sanson (1740-1806), que vio rodar 2.918 cabezas durante sus quince años como verdugo jefe de París, envió la carta al periódico 'Thermométre du jour' para desmentir informaciones y conjeturas sobre la conducta del rey antes de su muerte.
Sanson contradice los rumores que aseguraban que el Rey fue llevado a la guillotina con una pistola en la sien, que profirió el grito "¡Estoy perdido!" y que su cuerpo quedó terriblemente mutilado porque la cuchilla golpeó la cabeza y no el cuello.
Luis XVI, que era un buen hombre pero algo débil de carácter, no pudo frenar el terremoto político y social que desató la Revolución Francesa (1789-1799) y fue juzgado por el delito de alta traición en la Asamblea Nacional, que había instaurado la República.
Condenado finalmente a la guillotina por los jacobinos (rama radical de la Revolución), el Rey, desposeído de sus títulos y procesado como el "ciudadano Luis Capet" (apellido de su familia), encaró su suerte el fatídico 21 de enero de 1793.
Ese día por la mañana, cuenta Sanson prometiendo "la verdad exacta de lo ocurrido", Luis XVI fue conducido en un carruaje verde tirado por un caballo a la parisina Plaza de la Revolución (la actual Plaza de la Concordia), donde se había instalado el cadalso.
Para evitar un posible intento de rescatar al Rey, unos 80.000 efectivos de la Guardia Nacional fueron desplegados en la capital y 3.600 legionarios ocuparon posiciones estratégicas.
Al subir al patíbulo, el "ciudadano Luis Capet" mostró un talante "un poco difícil" al negarse a ser maniatado, si bien cooperó "cuando la persona que lo acompañaba le dijo que ése era el sacrificio final", según el relato del verdugo.
A continuación, el monarca, casado con la archiduquesa María Antonieta de Austria (1755-1793), quien moriría meses después también en la guillotina, preguntó "si los tambores redoblarían" durante su ejecución.
'Sus últimas y verdaderas palabras'
Acto seguido, Luis XVI hizo un ademán tratando de dirigirse al pueblo de Francia pero se lo impidieron, aunque aún fue capaz de exclamar: "¡Pueblo, muero inocente!".
"Entonces -escribe Sanson- se giró hacia nosotros y nos dijo: Señores, soy inocente de todo lo que se me acusa. Deseo que mi sangre pueda cimentar la felicidad de los franceses".
"Aquí, ciudadano (tratamiento que Sanson da al director del diario), están sus últimas y verdaderas palabras", subraya el verdugo jefe de París.
El rey -añade Henri Sanson- "soportó todo eso con una compostura y una firmeza que nos asombró a todos nosotros. Estoy convencido de que sacó su fortaleza de los principios de la religión, de los que nadie parecía más convencido y afectado que él".
Uno o dos minutos después de las 10.20 horas del 21 de enero de 1793, la guillotina cayó inmisericorde sobre el cuello del "ciudadano Luis Capet", cuya muerte, anunciada con salvas de cañón, marcó la transición de la Monarquía a la República en Francia.
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/06/02/cultura/1149263469.html

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