¿Se obligó a Alemania en los tratados de paz a afrontar en concepto de reparaciones de guerra unos pagos excesivos? La respuesta afirmativa tiene una trascendencia innegable en la historia europea del siglo XX, porque las sanciones constituirían el factor fundamental en los desequilibrios de la economía continental y, por otra parte, en el orden político fueron el caldo de cultivo del nacionalismo revanchista.
El gran economista Keynes formó parte de la representación británica en la Conferencia de París y fue mandatario del ministro de Hacienda en el Consejo Supremo Económico. Dimitió de ambos puestos cuando consideró excesivas las sanciones. Su libro, terminado en noviembre de 1919, constituye el clásico por excelencia en la crítica de las sanciones desde el punto de vista económico. Veamos sus razones.
En primer lugar, un aspecto moral. En la nota que entregaron los aliados al gobierno alemán el 5 de noviembre de 1918 como condición para la paz se hablaba solo de daños civiles: «Alemania dará compensación por todo el daño causado a la población civil...». Además esta nota intentaba aclarar los puntos de Wilson, en los que se alude al daño en territorio invadido. Por tanto, entiende Keynes que no estaban comprendidos y no podían reclamarse los daños generales de guerra. Resultaba además discutible que se pudiera exigir a Alemania el pago por las destrucciones causadas por sus aliados, puesto que la nota aliada habla de agresión «alemana», cuando pudiera haber hablado de agresión de «Alemania y sus aliados».
El problema del cálculo de las reparaciones: Aun incluyendo otros tipos de reparaciones, de carácter militar, se presenta el problema de su cálculo. La grandeza terrible de las destrucciones dificultó cualquier estimación precisa; los gobiernos aliados se inclinaron por presentar balances muy abultados.
Bélgica sufrió graves destrucciones pero su riqueza, según la evaluación oficial del ministerio de Hacienda de 1913, impide suponer que fueran justas las cifras que presentó. De mayor volumen fueron las destrucciones en Francia, no obstante sus reclamaciones fueron exageradas, puesto que el enemigo no ocupó más que el 10% de su superficie territorial y la zona de verdadera devastación no excedía el 400. Keynes cifra en 500 millones de libras el daño físico y material de las comarcas ocupadas, en lo que coincide con un francés, Pupin, autor de un estudio sobre la riqueza de Francia antes de la guerra, quien estima el monto de las destrucciones entre 400 y 600 millones de libras.
Sin embargo, Dubois, en nombre de la comisión de presupuestos de la Cámara francesa, las calculó en un mínimo de 2.500 millones de libras, y Loucheur, ministro de Reconstrucción Industrial, en 3.000 millones. Keynes calcula que el total de las destrucciones, sumando las de Bélgica, Francia, Gran Bretaña y los otros aliados, debió de ser aproximadamente de 2.120 millones de libras, a las que habría que sumar pensiones a familias destruidas, con lo cual podría llegarse a los 3.000 millones de libras, pero en todo caso quedaría muy lejos de los cálculos aliados, que además exigían onerosos intereses por el pago de las cantidades aplazadas.
Capacidad de pago de Alemania
Un tercer aspecto que debe ser considerado, es la capacidad de pago de Alemania. Porque si Alemania sólo saldara mediante pagos pequeños, de alrededor de 150 millones de libras anuales, al interés compuesto la deuda no dejaría de aumentar. Y debería en 1936 una cantidad superior a la de 1920. Keynes contabiliza cuidadosamente todas las partidas: oro, barcos, valores extranjeros, etcétera. Además entiende que habría que descontar el valor de las propiedades alemanas existentes en los territorios entregados; por ejemplo en Alsacia y Lorena.
De su examen minucioso deduce que la capacidad de pago del vencido ha disminuido drásticamente. «Es evidente que la capacidad de pago de Alemania de preguerra para pagar un tributo anual al extranjero se ha visto disminuida por la pérdida casi total de sus colonias, de sus relaciones ultramarinas, de su marina mercante y de sus propiedades en el extranjero; por la cesión del lO00 de su territorio y de su población; de un tercio de su carbón y de tres cuartos de su mineral de hierro; por la muerte de dos millones de hombres en la mejor edad de la vida; por el hambre de su pueblo durante cuatro años...». Concluye que 2.000 millones de libras es la cifra máxima a la que Alemania puede hacer frente. Y los aliados ponían por entonces, en 1919, los mínimos en 8.000 millones.
Keynes concluye, entre sugerencia y queja, que si los aliados fomentaran el comercio y la industria alemana durante un período de cinco años la nación reconstruida estaría en condiciones de impulsar la economía continental y hacer frente a sus obligaciones.
En coincidencia con Keynes numerosos autores alemanes trataron de demostrar que era imposible pagar las reparaciones y que en cualquier caso sumirían al país vencido en la pobreza. En la primera nota dirigida a los aliados se aseguraba que el pago condenaría a millones de alemanes a la inanición. Incluso las transferencias unilaterales de mercancías desequilibrarían el comercio internacional. En el terreno neutro de la economía coincidía un vencedor lúcido con los vencidos.
El Temor de Keynes por las Reparaciones de Guerra: Prescindiendo de otros aspectos del asunto, creo que la campaña para asegurar de Alemania el pago total del costo de la guerra era uno de los actos más graves y de mayor torpeza política de que han sido jamás responsables nuestros gobernantes. ¿Qué porvenir tan distinto pudiera haber esperado Europa si Mister Lloyd George o Mister Wilson hubieran comprendido que el problema más grave de todos los que reclamaban su atención no era político o territorial, sino financiero y económico, y que el peligro del porvenir no está en las fronteras ni en la soberanía, sino en el alimento, el carbón y el transporte? Ninguno de ellos prestó la debida atención a estos problemas, en ningún momento de la Conferencia (...),
Así es que toda consideración científica de la capacidad de Alemania para pagar fue desechada desde el principio (...). La situación financiera de Francia e Italia era tan mala, que no era posible que éstas atendieran a razones sobre el asunto de la indemnización alemana, si no se les podía indicar, al mismo tiempo, una alternativa para librarse de sus males. Los representantes de los Estados Unidos cometieron, a mi juicio, una gran falta por no haber tenido propuestas constructivas que ofrecer a una Europa doliente y enloquecida
Así es que toda consideración científica de la capacidad de Alemania para pagar fue desechada desde el principio (...). La situación financiera de Francia e Italia era tan mala, que no era posible que éstas atendieran a razones sobre el asunto de la indemnización alemana, si no se les podía indicar, al mismo tiempo, una alternativa para librarse de sus males. Los representantes de los Estados Unidos cometieron, a mi juicio, una gran falta por no haber tenido propuestas constructivas que ofrecer a una Europa doliente y enloquecida
"Keynes: Las consecuencias económicas de la paz. 1920."
citado en Historia del mundo contemporáneo, Selectividad 97-98,
Julio Montero Díaz (coordinador t.
Ediciones TEMPO, Madrid, España, 1996
Julio Montero Díaz (coordinador t.
Ediciones TEMPO, Madrid, España, 1996
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